En Latinoamérica, el argentino Rodolfo Walsh es sinónimo de calidad literaria, rigurosidad en la investigación periodística y compromiso político. Revolucionó la literatura y el periodismo con Operación Masacre, la primera obra de no ficción, una investigación que denuncia los fusilamientos extrajudiciales de la dictadura antiperonista de 1955. Su vida fue una aventura más trepidante que sus propias obras. Fue parte de la resistencia peronista y del primer equipo periodístico de Prensa Latina, la agencia de noticias de la Revolución Cubana, y, además, tuvo un papel crucial en frustrar los intentos de la CIA para invadir Cuba, al descifrar mensajes encriptados de cables diplomáticos.
En 1974, Walsh viajó a Oriente Medio y conoció de primera mano la organización y la lucha de los palestinos por su liberación de la colonización sionista. Esa experiencia fue plasmada en un texto de asombrosa actualidad, ya que refuta muchos de los mitos sionistas con argumentos que se adelantan en varios años a los esgrimidos por intelectuales palestinos y en al menos una década a las corrientes intelectuales críticas dentro de Israel.
De Argelia a la Revolución Palestina
Walsh viajó como enviado especial del periódico Noticias a Oriente Medio. Pero el viaje no era sólo periodístico: los rumores sobre la frágil salud de Juan Domingo Perón, que gobernaba nuevamente desde 1973 y moriría a mediados de 1974, presagiaban una serie de tensiones políticas para las cuales la organización peronista Montoneros debía prepararse. Necesitaban reforzar los lazos con los movimientos de liberación nacional de las excolonias, vínculos que se venían tejiendo en los últimos años, sobre todo con el gobierno argelino y con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
El itinerario incluyó El Cairo, Argel, Damasco y Beirut. Allí conoció los campos de refugiados de la diáspora palestina, poblados por quienes fueron expulsados durante la Nakba de 1948 y anhelaban el retorno (al-Awda) a la tierra robada y ocupada.
Poco se sabe de ese viaje de Walsh, excepto por La revolución palestina, un artículo en siete entregas cuya increíble vigencia brinda a los lectores latinoamericanos la génesis y la estructura de la organización política, social y militar de la resistencia palestina contada por sus propios protagonistas.
Los campos de refugiados como las villas miserias argentinas
El artículo contiene una entrevista a Abu Hatem, miembro del Comité Central de la OLP, en su despacho en un edificio de Beirut Oeste, la capital del Líbano, donde pocos años después se establecerían también representantes de Montoneros.
Walsh no podía evitar comparar los campos de refugiados palestinos con las villas miserias de las grandes ciudades argentinas. La pobreza y la solidaridad popular se repetían, pero con una diferencia: la presencia de guardias palestinos armados custodiando el terreno y niños que, al ser entrevistados en una escuela de huérfanos, expresaban su deseo de convertirse en fedayines –quienes luchan contra la colonización israelí–, como lo fueron sus padres caídos en combate.
Operación Masacre palestina
El trabajo de Walsh anticipa lo que en la siguiente década iban a refrendar los llamados nuevos historiadores y nuevos sociólogos israelíes. Esto fue posible gracias a la desclasificación de documentos oficiales que tuvo lugar a fines de la década de 1970, cuando Walsh ya había sido asesinado por la última dictadura argentina.
La guerra árabe-israelí de 1948, llamada por los israelíes como guerra de la Independencia, fue en realidad una limpieza étnica planificada. No fue un movimiento de liberación nacional favorecido por la hipotética ingenuidad y malicia de los palestinos, quienes supuestamente se habían retirado voluntaria y estratégicamente para facilitar la invasión de presuntos ejércitos poderosos de los países árabes vecinos.
A los testimonios de la resistencia palestina y de los colonizadores sionistas, Walsh suma también las voces de varios pensadores judíos antisionistas que veían el despojo de los palestinos como una injusticia racista y colonial. Expone con precisión el Plan Dalet, cuya existencia recién sería reconocida por la academia israelí más de 10 años después. La implementación de este plan significó la expulsión de la mitad de la población palestina indígena y el despojo de la mayor cantidad posible de tierras.
Negar la identidad palestina
Walsh denuncia también la insistencia sionista en negar la identidad y la historia palestina, y presentar a los habitantes originarios como “árabes”. Desde 1948, ironiza Walsh, Israel simula que los palestinos son en realidad jordanos, egipcios, sirios o libaneses que enloquecieron y que dicen ser palestinos.
Para Israel, los palestinos no son más que terroristas árabes. Y sostiene que, pese a que todas estas mentiras hayan sido desmanteladas una y otra vez, debemos recordar que “Israel es Occidente y en Occidente la mentira circula como verdad hasta el día en que se vuelva militarmente insostenible”.
Walsh vio con sus propios ojos la devastación producida por un bombardeo del suburbio libanés de Nabatieh por parte de la Fuerza Aérea israelí en represalia a dos operaciones de distintas facciones de la OLP en las ciudades de Kiriat Shmona y de Ma’alot.
Hubo una octava entrega de La revolución palestina que por motivos estratégicos no fue publicada en el periódico Noticias, pero sí en la revista Asuntos Árabes. Allí, Walsh abre un debate que en Occidente parece hoy impensable acerca de la legitimidad de la violencia política de los oprimidos. El bombardeo israelí de campos de refugiados es un crimen de terrorismo de Estado –un término que tendrá una larga y triste historia en Argentina en los años que le siguen. Israel nace, de hecho, como producto de organizaciones terroristas. El terrorismo es un método y lo que debe ponderarse son sus fines políticos.
Para Walsh, la condena a toda violencia en sí resulta una abstracción cómoda, cómplice del status quo. Por eso, afirma que: “El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la patria de la que fueron despojados los palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad”.
ANCLA y Cadena Informativa
La última dictadura argentina impuso una tremenda censura y sembró el terror que derivó en el repliegue y en el aislamiento. Para combatir eso, Walsh organizó la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), conformada por un grupo de trabajo reducido y un equipamiento muy precario. Lo hizo basándose en sus experiencias en la agencia cubana Prensa Latina, y en el aprendizaje de la organización y estrategias de la agencia de noticias de los palestinos exiliados, Wafa. Y no solo logró romper el cerco de la censura, sino incluso aprovechar la competencia entre el Ejército y la Marina por el control del gobierno para sembrar la confusión.
A un año del aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976, Walsh completó la publicación de Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. “Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”, escribió allí.
Poco después, acudió a una cita que en realidad era una emboscada y, cuando se percató de la situación, abrió fuego, con la intención de ser abatido y evitar ser capturado vivo. Tenía 50 años y las Juntas Militares no le perdonaron haber expuesto sus crímenes.
Al igual que en sus intervenciones sobre Palestina –que incluyeron también una polémica pública con la Embajada de Israel en Buenos Aires–, a lo largo de su vida, Walsh esgrimió un talento filoso para dar por tierra con los mitos de los poderosos que esconden en las sombras la rapiña más violenta de esta sociedad.