En un intento por generar conciencia sobre el sufrimiento palestino, el artista polaco Igor Dobrowolski realizó una performance dramática de ocho horas en Varsovia representando a un prisionero de guerra. Entre maniquíes de niños, permaneció arrodillado frente al Palacio Presidencial, la Universidad de Varsovia y otros lugares emblemáticos de la ciudad.
Detrás, un contenedor de basura decorado con un emoji de risa y símbolos significativos: una cruz cristiana, una media luna con estrella, los Convenios de Ginebra, una cámara, y ropa interior femenina. Todo lo que Israel, según Igor, descarta metafóricamente.
Su actuación se inspiró en un breve video de internet en el que una joven israelí se burlaba del drama de un prisionero vestido con uniforme morado y brazalete amarillo.
"Aunque la gente fue respetuosa, y yo simplemente estaba arrodillado, la performance fue muy difícil, no sólo para mí sino para todos los que lo presenciaron", recuerda Igor.
"Las personas se quedaban en completo silencio. Y si fue duro para nosotros soportar ese acto simbólico, ¿cómo podemos entender el sufrimiento de aquellos que han sido verdaderamente torturados?", se pregunta.
El impacto de su trabajo se refleja en los testimonios que recibe. A menudo, las personas comparten cómo su arte les ha ayudado a comprender mejor la situación en Palestina. "Trato de llegar a la mayor cantidad de gente posible", aspira Igor.
Pero lo que más le conmueve son los mensajes desde Gaza. "Cuando la gente me escribe desde allí, en medio del infierno que están viviendo, para decirme que mi trabajo les hace sentir visibles... eso es otro nivel", se entusiasma.
Activismo sin fronteras
"Para mí, todos los seres humanos somos uno", explica Igor. "Y cuando percibes a la humanidad de esta manera, se vuelve difícil ignorar su sufrimiento y la injusticia, sin importar su color u origen".
Inició su activismo artístico en 2014 tras familiarizarse con el trabajo del profesor estadounidense Norman Finkelstein sobre los ataques de Israel a Palestina. Su aproximación al tema también se vio influenciada por las investigaciones de Noam Chomsky, el intelectual judío-estadounidense conocido por sus críticas incisivas a las políticas israelíes sobre Palestina.
Esta perspectiva fue reforzada por las palabras del economista Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel, quien una vez comentó que envidiaba a los artistas por su capacidad de llegar tan rápidamente al corazón de las personas, mientras otros deben confiar en estadísticas y estudios.
"Gracias al trabajo de personas como Stiglitz puedo comprender profundamente temas complejos, lo que me hace menos susceptible a la manipulación o el desánimo", reflexiona Igor.
Enfrentando el silencio institucional
En Polonia, Igor se enfrenta a un panorama artístico donde la mayoría de la comunidad permanece en silencio. "Hasta hace poco, los artistas se pronunciaban sobre muchos temas: la guerra en Ucrania, los derechos de las minorías, los derechos de las mujeres en Afganistán. Ahora, sin embargo, callan por conformismo y miedo", reflexiona, señalando la ironía de este silencio selectivo.
Como parte de su arte de protesta, Igor realizó una campaña de carteles callejeros con imágenes de víctimas del genocidio, incluyendo niños con heridas graves, junto a logos de compañías como Estée Lauder, McDonald's y Lancome.
"Las empresas que apoyan a Israel están cerrando los ojos o beneficiándose del genocidio. Decidí que tenía que mostrar esto al mundo de una manera simple y poderosa", explica. "Ahora, las personas que son conscientes de esto deben decidir si boicotear a estas empresas o seguir haciendo la vista gorda".
El precio del activismo
"Criticar las políticas de Israel hace que sea difícil, si no imposible, construir una carrera", admite. Los museos internacionales y las subastas le cierran sus puertas. "No quiero detenerme a hablar sobre mis propias luchas porque, comparado con lo que está sufriendo la gente en Gaza, parece casi perverso. Ellos cambiarían lugares conmigo en un instante", añade.
Según la Coalición Nacional contra la Censura (NCAC, por sus siglas en inglés), numerosas instituciones culturales han cancelado exhibiciones, charlas y presentaciones artísticas por su contenido político relacionado con Palestina.
Las razones van desde "referencias culturales o nacionales en la obra" hasta "opiniones políticas del artista".
Por ejemplo, el Museo Eskenazi de Arte de la Universidad de Indiana canceló una exposición de la artista Samia Halaby por sus opiniones políticas, mientras que el Centro Wexner de las Artes en Ohio suspendió una charla pública de la artista visual Jumana Manna.
Incluso festivales enteros, como el de Cine Palestino de Boston, han sido cancelados por sus referencias culturales.
La censura en redes sociales es otro obstáculo. Según investigaciones de Human Rights Watch, las plataformas como Instagram y Facebook han eliminado más de 1.050 publicaciones relacionadas con Palestina entre octubre y noviembre de 2023.
Las restricciones incluyen la eliminación de publicaciones y comentarios, suspensión de cuentas, limitaciones para interactuar con contenido durante períodos específicos, y reducciones significativas en la visibilidad de las publicaciones sin notificación previa. "Y esto es sólo la punta del iceberg", advierte Igor.
La doble moral ante el genocidio
A pesar de que el número de muertos en Gaza supera las 46.000 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños, Occidente ha sido notablemente cauteloso en sus críticas a Israel.
En este contexto, Igor observa una profunda hipocresía en la respuesta occidental. "El universo nos está poniendo a prueba", añade, "y resulta que nuestros supuestos grandes valores occidentales son sólo eslóganes vacíos".
“Si bien condenaron rápidamente la invasión rusa de Ucrania, guardaron silencio sobre Israel”, señala Igor.
"Es como cuando ves el retrato caricaturizado de alguien cercano, con ojos enormes o una nariz prominente. Una vez que lo ves, es imposible dejar de verlo", explica.
"Lo que está sucediendo ahora es una caricatura en sí misma: exagera las mentiras de Israel, los dobles estándares occidentales y cómo los medios nos engañan", reflexiona.
Su crítica alcanza especialmente a Polonia. Durante la Segunda Guerra Mundial, Polonia fue el primer país invadido por el régimen nazi y miles de polacos arriesgaron sus vidas para ayudar a los judíos.
"Polonia, que una vez tuvo el coraje de enfrentarse a la Alemania fascista”, lamenta, “ahora está manchando ese legado".