El hombre de esta historia no es un jubilado que se indigna con lo que ve a diario en las noticias de Medio Oriente. Es Eduardo Mosches, un judío nacido en Argentina, que vivió durante siete años en Israel. Una de las voces antisionistas más históricas de Latinoamérica y también un pionero que anticipó lo que iba a venir.
Ya en 1968, Mosches participaba en el primer acercamiento de un partido nacional israelí con el frente democrático palestino. Ambos emitieron manifiestos, hoy históricos, en los que exigían desde ese entonces la descolonización israelí y la liberación de presos políticos palestinos. Un documento que actualmente sigue teniendo pasmosa vigencia.
A los 80 años, Mosches, que vive desde la década de 1970 en México, siente que ese sueño de convivencia entre Israel y Palestina está más lejos que nunca. “Las cosas están peor de lo que yo vi cuando vivía en Israel. En ese momento había judíos deseosos de reconocer al Estado palestino. Hoy eso no existe”, señala.
Mosches es, además de un militante por la verdad y los derechos de los oprimidos, un poeta que no elude las heridas. Muchas de sus poesías –traducidas al alemán, italiano, portugués, hebreo e inglés– recogen su paso por el kibutz. En “Los tiempos mezquinos” narra: “Los discursos de retorno e igualdad/ La socialista imagen del kibutz /se desmigajaron con tristeza/, al rozarse una simple mirada observadora con la blanca aldea árabe… Me han defraudado mis hermanos”.
Y así fue, tal cual, el descubrimiento que revolucionó su vida.
El sueño del kibutz que se convirtió en pesadilla
En la década de 1960, la idea de dejar atrás Buenos Aires y vivir en un kibutz en Israel parecía una alternativa de vida igualitaria e ideal. “Creíamos que el kibutz era una comunidad solidaria y participativa. Yo tenía 19 años, y esa idea me seducía”, recuerda Mosches.
No hizo falta mucho para descubrir que algo no andaba bien: una semilla de desigualdad que ocultaba el horror de una expulsión y una limpieza étnica en marcha. “Vivíamos en un kibutz cercano a una ciudad y para llegar debíamos pasar por aldeas árabes. Era fines de los años 60 y ellos no tenían asfalto. Ni luz. Eran condiciones miserables. Pensé: ‘¿Cómo puede ser que yo viva en el kibutz con todas las comodidades, y a mi alrededor los palestinos ni siquiera tienen electricidad?’”.
Amigo de poetas palestinos y el sueño de las dos naciones en paz
Mosches empezó a militar en un espacio donde se denunciaba la colonización y la necesidad de atender la situación de los palestinos. Durante cinco meses asistió a reuniones hasta que la dirigencia del kibutz le advirtió: “Si sigue militando, debe irse”. Y entonces él partió sin mirar atrás.
El activismo político y social –formaba parte del grupo Matzpen– lo acercó a tener amistades con palestinos. Entre ellos conoció a poetas memorables como Mahmoud Dawish y Samih Al Qasim. “Con Mahmoud hemos tomado varios cafés y charlamos. Mi hebreo era básico. Pero el suyo, que también hablaba inglés y árabe, era perfecto. No pudimos seguir la amistad pues él se exilió. Con Samih, en cambio, nos hicimos amigos. Pertenecía a la minoría drusa en Palestina, una comunidad usada por los sionistas como fuerza de choque policial”, relata.
El activismo también lo lanzó a las calles: se sumó a manifestaciones donde condenaban la expansión territorial israelí, las agresiones, la discriminación, y la silenciada pero inexorable limpieza étnica.
“En 1967, fue la segunda gran guerra y expansión territorial del régimen sionista con la matanza de centenares de palestinos. Allí logramos el primer acercamiento político y de diálogo entre una organización nacional israelí y el Frente Democrático por la Liberación de Palestina, dirigido por Nayef Hawatme. Era un hecho penado por la ley israelí, que en verdad no es ley. No existe una Constitución. Ni hay legislación real. Son componentes estatutarios que derivan de leyes del imperio otomano o del imperio británico. Y el uso de componentes bíblicos”, explica.
La lucha quitojesca de defender la causa Palestina dentro de Israel
El activismo político contra los intereses israelíes le costó a Mosches varias estadías –afortunadamente breves– en prisión. Además, durante las manifestaciones callejeras en Tel Aviv, donde salía a defender la causa palestina, debía enfrentar una amenaza aún tan violenta como la propia política: los ciudadanos israelíes. “Fue algo muy curioso, pero la Policía en lugar de atacarnos nos terminaba haciendo de coraza para que gente a pie, común y silvestre, los israelíes sionistas, no nos agredieran cuando salíamos a manifestar”, cuenta.
El sueño de un movimiento binacional duró poco. Para 1970, cuando Mosches ya dejaba Israel para siempre –partió a Alemania donde estudió ciencias sociales, luego regresó a Argentina y de allí a México, donde vive ahora–, ese espacio se diluía sin vuelta atrás.
“Cuando fue la intifada palestina dijimos que todo oprimido tiene derecho a la rebelión y la lucha. La resistencia palestina tenía todo el derecho de defenderse sin criticar sus formas de reacción. Hoy es lo mismo: tanto Hamás como Hezbollah no son entidades terroristas, son movimientos de resistencia palestina. Hay Estados que son terroristas y el estado de Israel es el más terrorista de Medio Oriente”.
Una invasión amparada por la hipocresía de Occidente
Hoy, Mosches critica con dureza la expansión y el genocidio israelí. A la par, es igual de categórico con sus aliados. “Occidente es hipócrita porque usan valores diferentes para juzgar a los demás. En octubre, la plana mayor parlamentaria europea hizo una declaración donde rechazaban la masacre de 1.200 ciudadanos israelíes, pero nunca mencionaron a los 42.000 asesinados palestinos. Eso es hipocresía: aquel que mide quién es el que debe ser válido como ser humano y quién es subhumano”.
¿Cómo continúa, desde México, su labor para que la región tome conciencia del genocidio galopante que perpetra Israel en Medio Oriente? Mosches hoy está jubilado pero no inactivo: dirige una revista literaria llamada Blanco Móvil con más de 150 ediciones en la calle. Se suma a conferencias, mesas redondas –es un orador estable del Foro de Palestina Libre, en la mayor feria del libro de México–. Además, en breve, presenta la compilación de un libro llamado “Palestina: lucha e identidad anticolonial”, que tendrá 1.000 ejemplares de distribución gratuita que dan cuenta de voces de historiadores, literatos, filósofos, que vuelven la mirada sobre la ocupación en Palestina.
A pesar de que Mosches vislumbra un futuro cada vez más sombrío para Medio Oriente, cree que los atropellos son tan evidentes que han contribuido a una condena creciente al sionismo. “Este repudio internacional antes no existía. Y cada vez vemos más grupos de apoyo a la causa Palestina”, comenta con esperanza Mosches, y añade que su posición antisionista le costó peleas con amigos y familia.
Hoy afirma que la única solución en Medio Oriente es eliminar el estado clerical y sionista judío, y cambiarlo por un régimen verdaderamente democrático. “Un régimen donde cada ciudadano, más allá de su extracción étnica y religiosa, forme parte del Estado y tenga sus mismos derechos. Eso daría la posibilidad de una real mancomunidad”, concluye Mosches. Pero el entusiasmo declina cuando recuerda las noticias del salvajismo creciente del ejército de ocupación israelí. “Aunque lamentablemente, eso hoy lo veo difícil”.